Amo ir de día de campo, pero la cargada de sillas, mantel, comida, platos y demás puede, a veces, ser un poco engorrosa. Corretear a los niños para que se alisten, animar a los puberts de que será algo divertido, luego cargar el coche y llegar a un lugar donde no hay un espacio apropiado para instalarte (porque hay demasiado lodo, colonias de insectos y recuerditos de vaca, conejo o de perro) y darte cuenta de que olvidaste las bebidas ¡puede ser un poco frustrante y acabar con el ánimo de todos!

El Picnic al pie de la montaña que ofrece el Rancho El Ameyal es la experiencia opuesta. Ellos escogen el spot perfecto y te ponen todo divino. Te montan sillas, tapetes, cojines, mesas, hamaca y hasta columpio. Te incluyen bebidas, te preparan la comida y la montan preciosa. ¡Hay agua para lavarse las manos y un baño seco! Nada de ir a esconderse detrás del arbolito y contaminar el bosque. Todo está preparado acorde a los principios de permacultura que rigen el manejo del rancho.

Fuimos en familia, niños de diversas edades (desde los tres hasta los trece años), los adultos y los abuelos. TODOS disfrutamos por igual. La comida estuvo especialmente deliciosa: nos encantaron las ensaladas y los quesos artesanales y las carnes frías fueron un hit. Los encargados estuvieron atentos de cualquier cosa que necesitábamos. Desde el inicio nos atendieron de primera, la reservación fue muy fácil y pudieron ajustar el menú para los requerimientos de dietas especiales.

Además de gozar la comida, dimos un paseo por el campo, tomamos miles de fotos y visitamos la Bioludoteca, donde los niños elaboraron adornos de Navidad con troncos y piñas locales, así como listones, cascabeles y otros materiales naturales.

Como fuimos en invierno, íbamos bien preparados con chamarras, suéteres chonchos y gorros. Solo los sacamos por la tarde, casi antes de irnos, pues llegamos a buena hora y nos tocó un día soleado con nubes esponjadas.

Sinceramente es una experiencia muy recomendable para familias y grupos de amigos que buscan pasar un día en la naturaleza. Los grandes llevaban sus libros y los chicos frisbee y plumones para colorear, pero la verdad es que no sacamos nada, no hizo falta. Se la pasaron jugando junto al riachuelo, descansando en las hamacas, encontraron un sapo, atraparon insectos (que luego liberaron), se columpiaron un millón de veces y platicamos súper a gusto. Salieron felices con sus adornos de Navidad. Los abuelos gozaron el día y todos regresamos a casa llenos de anécdotas y memorias felices.

Aunque se siente lejos y el último tramo para llegar es de terracería ¡100% vale la pena el viaje! Cuando fuimos nos contaron que iban a llegar cerdos y otros animalitos. Estaban construyendo una eco cabaña que puedes rentar y también sé que es posible acampar en algunos sitios. Además, organizan campamentos para escuelas y talleres de diversos temas. Así que cuando llames ¡no olvides preguntar por todo lo que puedes hacer en el Rancho El Ameyal!

Rocío Río de la Loza